No resulta difícil explicar y convencer
acerca de la gran importancia del agua para el sostenimiento de la vida humana
y de casi toda forma de vida conocida, así como para el desarrollo de cualquier
proceso productivo o actividad económica. Aunque seguido de cerca por otros
elementos naturales como el oxígeno, no existe en nuestro planeta ningún otro
elemento natural tan importante como éste, en particular en regiones
preponderantemente semidesérticas como lo son grandes extensiones de la
Patagonia Austral. Y aun así, se trata quizás del elemento menos estudiado,
menos comprendido, más aprovechado y menos protegido, en algunas provincias
como Santa Cruz.
Repasemos
algunos muy conocidos números sobre el agua para dimensionar su importancia
para la vida en nuestro planeta. El agua cubre un 70% de su superficie, un
porcentaje que curiosamente es bastante similar a la proporción de agua
presente en los seres vivos, gota más, gota menos, incluyendo al cuerpo humano.
Sin embargo, de esta vasta cantidad de agua, tan solo un 2,5% consiste en agua
dulce, aquella realmente accesible y de utilidad para la vida en la superficie
terrestre (excluyendo la de los mares). De esta ya pequeña cantidad, un 70%
consiste en hielos y nieves permanentes principalmente ubicada en los polos y
poco menos del 30% restante se encuentra en depósitos subterráneos. De todo lo
mencionado resulta que aproximadamente solo un 0,008% del agua del planeta
consiste en aquella dulce que escurre por su superficie. Poniéndolo en
perspectiva, si todo el agua del planeta pudiera meterse en una cisterna de
1.000 litros como las domiciliarias, toda el agua dulce de superficie (ríos,
lagos y lagunas) solo serían unas 1.500 gotas.
Bien.
Hemos establecido que el agua dulce de superficie, aquella que siendo parte de
lagos, ríos y lagunas, es extremadamente escasa en el planeta. La Patagonia y
Santa Cruz en particular, consisten en regiones con fuerte predominio de
ambientes semidesérticos. Esto significa que la presencia de agua en superficie
es particularmente más reducida que en otros ambientes del globo, en los cuales
las precipitaciones líquidas (como en selvas) o sólidas (como en los polos)
predominan por sobre la evaporación a lo largo del año. En Santa Cruz, estas
aguas de superficie se concentran en pocos y grandes lagos mayormente
cordilleranos así como en escasos ríos de régimen permanente y un caudal en promedio
bajo para los estándares nacionales, que cruzan todo el territorio hasta el
mar.
Existe
una creencia generalizada en nuestra Sociedad que el recurso agua es infinito,
inagotable, quizás por la imagen que nos provocan las grandes extensiones de
lagos como el Viedma, el Buenos Aires y el Argentino, y ríos caudalosos como el
Santa Cruz, si bien en relación a la gran extensión del territorio provincial
sus valores son escasamente representativos (menos de un 2% en cobertura).
Nos
resta mencionar que en el actual contexto de cambio climático global, incluso aun
siendo materia de debate cómo terminará por repercutir éste en el clima
regional, las reservas de agua en la forma de glaciares están reduciéndose
drásticamente en la región. También así los aportes estacionales de nieves y
lluvias que alimentan y recargan los reservorios de la provincia como lagos,
lagunas y acuíferos cada año desde hace unas tres décadas, una situación ya
bien conocida por el sector agropecuario de la provincia.
En
este punto podemos resumir algunas ideas. El agua en el planeta es escasa, y
mucho más aún en regiones como Santa Cruz. No se concibe casi ninguna forma de
vida, incluyendo la humana, ni actividad económica posible sin acceso al agua
dulce. Incluso nos encontramos en un escenario de cambio en el que cada vez
habrá menos. Podemos agregar el hecho de
que las aguas de superficie son las más fácilmente impactables (negativamente)
a partir de las actividades socioeconómicas lo que resta agua utilizable a la
ya escasa oferta natural, como por ejemplo a partir de los efluentes urbanos
sin tratamiento, derrames y vertidos de las industrias extractivas como el
petróleo y la minería, y de procesos industriales como los frigoríficos.
Con
este panorama, no resulta difícil concluir que el conocimiento más detallado
posible de los recursos hídricos resulta una pieza clave para el diagnóstico
permanente de su estado de conservación y uso, como así también para asegurar
una apropiada planificación y gestión. Existen importantes roles compartidos
entre las diferentes instituciones presentes en la región con competencias e
intereses en este recurso natural, en las cuales por el momento no se evidencia
una fuerte decisión de intervención con inversión de recursos para la
generación de un rico conocimiento de base incluso orientado a la formación de
profesionales capacitados para la intervención en el tema, cuando menos en
proporción a la relevancia de este recurso natural para la vida de las
sociedades insertas en el territorio y el desarrollo de sus actividades económicas.